En tanto que al
mundo sirvieres, siempre vivirás en contienda. El amor de las cosas terrenales
es liga de las penas espirituales. Los amadores del mundo viven en continuo
tormento. Rueda es el mundo, que siempre da vueltas, y volviendo mata a sus amadores. Los mundanos
nunca alcanzarán la paz del corazón. Ama a Dios, y tendrás vida. Niega a ti
mismo, y conseguirás la verdadera paz.
¿Quién alcanza la verdadera paz? El que es humilde y manso de corazón.
Limpia tu corazón de toda malicia, y tendrás la buena paz. Apártate de las
cosas que te distraen, porque no hallarás en ellas holganza si no vuelves a tu
corazón , y buscares a Dios, y le amares sobre todas las cosas.
No hay buena paz sino en Dios y en el hombre virtuoso, que hace todas
las cosas por Dios, a quien ama.
Está en silencio, y sufre un poco por amor de Dios, y él te librará de
toda carga e inquietud. La buena concienciada confianza para con Dios en la tribulación
y en la muerte; pero la mala conciencia siempre anda con temor, y tiene consigo
contienda.
El airado presto cae de un mal en otro. El sufrido y manso de enemigo
hace amigo : y halla a Dios propicio, por la piedad que tiene con el que peca.
El que desea tener paz debe morar en Sion, donde está la pacífica Jerusalén. Si
tuvieres a Dios contigo, tendrás la paz que cantaba Simeón haber alcanzado,
cuando tenía a Jesucristo en sus brazos. Él solo da la paz, la cual, según él
mismo dice, no puede dar el mundo.
Deprende a vencerte en todas las cosas, y el Señor te dará esta paz
interior. Corta tus desordenados apetitos, quita de ti los vanos deseos, lanza
fuera la codicia de este mundo, y vivirás pacífico y contento.
Ninguno te podrá turbar, ninguna cosa te dará pena, gozarás de la
suavidad del espíritu, y tendrás el paraíso en la tierra. « Ninguna cosa puede
acontecer al justo, dice el Sabio, que le dé turbación. »
Tus propias pasiones son las que te hacen la guerra, y teniendo los enemigos
dentro en casa quéjate de los de fuera. Grande, Señor, es quien manda en sí
mismo. Este es el grande señorío de nuestra voluntad, que tiene mayor poder que
los reyes y emperadores del mundo, los cuales no pueden hacer amigos de sus
enemigos, como nuestra voluntad
queriendo puede tener por amigos los que primero eran sus enemigos. La causa porque te dan pena las
injurias, adversidades, u otras cualesquier tribulaciones, es porque las
aborreces. Pregonaste guerra contra estos trabajos, y porque los tienes por
enemigos te dan molestia. En tu mano está amarlos, y así lo que ahora te da pena
te dará después consolación.
San Andrés con la cruz holgaba, y aquel glorioso Padre san Francisco a
las enfermedades las llamaba hermanas, y por eso aquellos y los otros santos se
deleitaban en las tribulaciones que te
dan enojo, porque amaban ellos lo que tú aborreces.
Ama lo que aquellos santos amaron, pues está en tu mano, y alcanzarás
la consolación que ellos tenían en sus trabajos.
Si padeciendo persecución recibes pena, no te quejes de quien te persigue,
más antes te debes quejar de ti mismo, pues teniendo libertad para amar la persecución,
no quieres.
Enmolda tu alma en Jesucristo, sé amigo de su Cruz y Pasión, entrégate
de todo a Él, y ama lo que Él amó, y verás cuanta dulzura y suavidad hallarás en
las cosas que ahora tienes por desabridas.
Entra dentro de ti mismo, y mete a cuchillo todas tus pasiones y
deseos del mundo, y nunca tendrás queja de nadie. Y si algún agravio tienes, vuelve
contra ti, y véngate de esos tus enemigos de dentro, que son los que te
desconsuelan, y no te quejes de los de fuera, pues ningún perjuicio te pueden hacer,
si tú no quieres. Como la polilla nacida en el paño destruye al mismo paño, y el
gusano roe el madero donde se creó, así esos agravios que tanto roen tu corazón,
de la propia concupiscencia nacen, en ti se criaron, y te cortan la vida, y como
víboras rompen las entrañas de la madre donde fueron engendrados. ¡O cuan pacífico
vivirías si fueses verdaderamente mortificado, y dejases estas cosas de fuera! En tanto que anduvieres distraído
por las cosas de este siglo, no tendrás reposo en tu corazón.
Entonces andará tu vida concertada, cuando morares contigo mismo. El que
está en todo lugar no está en parte alguna.
Los peregrinos tienen muchas posadas, y ningunas amistades.
Si te quitares de las ocupaciones exteriores, gozarás de la buena paz.
¿Qué aprovecharan todos los negocios temporales, cuando venir Dios a examinar
tu conciencia? ¿Quieres ser quieto de dentro? No te derrames de fuera. No curas
del reino de Dios, que está dentro de ti, cuando te diviertes a estas vanidades
de fuera. Tanto estas cosas serán a nosotros menos molestas, cuanto más trabajaremos
de ser dentro de nosotros más pacíficos.
No mora el Espíritu Santo sino en el corazón pacífico, según aquello
que está escrito en el salmo : « En la paz tiene su lugar. » Acusa al pecador el
gusano de su mala conciencia, pero el que tiene conciencia segura gozará de la
paz verdadera del corazón. Vuelve a las cosas interiores, y entra en el secreto
de tu corazón, porque si en lo interior no hay paz, no te irá bien por más que la
busques en las criaturas.
Si tuvieres paz contigo no te hará daño la malicia ajena.
Verdadera es la sentencia que dice que ninguno es ofendido, sino de sí
mismo. El mayor enemigo que tienes eres tú mismo. El sabio no recibe injuria,
aunque otro se la quiera hacer.
Todo tu bien consiste en la virtud del ánimo, la cual no empieza quien
quita la libertad, honras o riquezas.
Las persecuciones no solo no dañan, más antes dan materia de merecimiento.
Pues la gloria del cristiano es la cruz de Jesucristo, abrázate con la cruz del
Señor, y ninguno te podrá turbar ni dar pena; antes alcanzarás el verdadero reposo
del espíritu, y vivirás pacífico y contento. (Frey Luis de Leon)
Sem comentários:
Enviar um comentário