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segunda-feira, 22 de julho de 2019

Sé amigo de la Cruz y tendrás paz verdadera de corazón




« Mi paz os doy, y mi paz os dejo, » dice el Señor. 

En tanto que al mundo sirvieres, siempre vivirás en contienda. El amor de las cosas terrenales es liga de las penas espirituales. Los amadores del mundo viven en continuo tormento. Rueda es el mundo, que siempre da vueltas, y volviendo mata a sus amadores. Los mundanos nunca alcanzarán la paz del corazón. Ama a Dios, y tendrás vida. Niega a ti mismo, y conseguirás la verdadera paz.

¿Quién alcanza la verdadera paz? El que es humilde y manso de corazón. Limpia tu corazón de toda malicia, y tendrás la buena paz. Apártate de las cosas que te distraen, porque no hallarás en ellas holganza si no vuelves a tu corazón , y buscares a Dios, y le amares sobre todas las cosas.

No hay buena paz sino en Dios y en el hombre virtuoso, que hace todas las cosas por Dios, a quien ama.

Está en silencio, y sufre un poco por amor de Dios, y él te librará de toda carga e inquietud. La buena concienciada confianza para con Dios en la tribulación y en la muerte; pero la mala conciencia siempre anda con temor, y tiene consigo contienda.  

El airado presto cae de un mal en otro. El sufrido y manso de enemigo hace amigo : y halla a Dios propicio, por la piedad que tiene con el que peca. El que desea tener paz debe morar en Sion, donde está la pacífica Jerusalén. Si tuvieres a Dios contigo, tendrás la paz que cantaba Simeón haber alcanzado, cuando tenía a Jesucristo en sus brazos. Él solo da la paz, la cual, según él mismo dice, no puede dar el mundo.

Deprende a vencerte en todas las cosas, y el Señor te dará esta paz interior. Corta tus desordenados apetitos, quita de ti los vanos deseos, lanza fuera la codicia de este mundo, y vivirás pacífico y contento.

Ninguno te podrá turbar, ninguna cosa te dará pena, gozarás de la suavidad del espíritu, y tendrás el paraíso en la tierra. « Ninguna cosa puede acontecer al justo, dice el Sabio, que le dé turbación. »

Tus propias pasiones son las que te hacen la guerra, y teniendo los enemigos dentro en casa quéjate de los de fuera. Grande, Señor, es quien manda en sí mismo. Este es el grande señorío de nuestra voluntad, que tiene mayor poder que los reyes y emperadores del mundo, los cuales no pueden hacer amigos de sus enemigos, como  nuestra voluntad queriendo puede tener por amigos los que primero eran sus  enemigos. La causa porque te dan pena las injurias, adversidades, u otras cualesquier tribulaciones, es porque las aborreces. Pregonaste guerra contra estos trabajos, y porque los tienes por enemigos te dan molestia. En tu mano está amarlos, y así lo que ahora te da pena te dará después consolación.

San Andrés con la cruz holgaba, y aquel glorioso Padre san Francisco a las enfermedades las llamaba hermanas, y por eso aquellos y los otros santos se  deleitaban en las tribulaciones que te dan enojo, porque amaban ellos lo que tú aborreces.

Ama lo que aquellos santos amaron, pues está en tu mano, y alcanzarás la consolación que ellos tenían en sus trabajos.

Si padeciendo persecución recibes pena, no te quejes de quien te persigue, más antes te debes quejar de ti mismo, pues teniendo libertad para amar la persecución, no quieres.

Enmolda tu alma en Jesucristo, sé amigo de su Cruz y Pasión, entrégate de todo a Él, y ama lo que Él amó, y verás cuanta dulzura y suavidad hallarás en las cosas que ahora tienes por desabridas.

Entra dentro de ti mismo, y mete a cuchillo todas tus pasiones y deseos del mundo, y nunca tendrás queja de nadie. Y si algún agravio tienes, vuelve contra ti, y véngate de esos tus enemigos de dentro, que son los que te desconsuelan, y no te quejes de los de fuera, pues ningún perjuicio te pueden hacer, si tú no quieres. Como la polilla nacida en el paño destruye al mismo paño, y el gusano roe el madero donde se creó, así esos agravios que tanto roen tu corazón, de la propia concupiscencia nacen, en ti se criaron, y te cortan la vida, y como víboras rompen las entrañas de la madre donde fueron engendrados. ¡O cuan pacífico vivirías si fueses verdaderamente mortificado, y dejases  estas cosas de fuera! En tanto que anduvieres distraído por las cosas de este siglo, no tendrás reposo en tu corazón.

Entonces andará tu vida concertada, cuando morares contigo mismo. El que está en todo  lugar no está en parte alguna. Los peregrinos tienen muchas posadas, y ningunas amistades.

Si te quitares de las ocupaciones exteriores, gozarás de la buena paz.

¿Qué aprovecharan todos los negocios temporales, cuando venir Dios a examinar tu conciencia? ¿Quieres ser quieto de dentro? No te derrames de fuera. No curas del reino de Dios, que está dentro de ti, cuando te diviertes a estas vanidades de fuera. Tanto estas cosas serán a nosotros menos molestas, cuanto más trabajaremos de ser dentro de nosotros más pacíficos.

No mora el Espíritu Santo sino en el corazón pacífico, según aquello que está escrito en el salmo : « En la paz tiene su lugar. » Acusa al pecador el gusano de su mala conciencia, pero el que tiene conciencia segura gozará de la paz verdadera del corazón. Vuelve a las cosas interiores, y entra en el secreto de tu corazón, porque si en lo interior no hay paz, no te irá bien por más que la busques en las criaturas.

Si tuvieres paz contigo no te hará daño la malicia ajena.

Verdadera es la sentencia que dice que ninguno es ofendido, sino de sí mismo. El mayor enemigo que tienes eres tú mismo. El sabio no recibe injuria, aunque otro se la quiera hacer.

Todo tu bien consiste en la virtud del ánimo, la cual no empieza quien quita la libertad, honras o riquezas.

Las persecuciones no solo no dañan, más antes dan materia de merecimiento. Pues la gloria del cristiano es la cruz de Jesucristo, abrázate con la cruz del Señor, y ninguno te podrá turbar ni dar pena; antes alcanzarás el verdadero reposo del espíritu, y vivirás pacífico y contento. (Frey Luis de Leon)

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