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quarta-feira, 24 de julho de 2019

Del menosprecio de los dichos de los hombres


« A mí muy poco se me da por ser juzgado de vosotros. El que me juzga es Dios. No juzguéis antes de tiempo, hasta que venga el Señor, que alumbrará las cosas escondidas en tinieblas, y manifestará lo intrínseco de los corazones. Entonces será cada uno alabado de Dios. » Esto decía el Apóstol despreciando los dichos y pareceres de los hombres. Pues Dios es el que conoce los corazones, y el que nos ha de juzgar, no te debes vanagloriar cuando eres alabado, ni entristecerte por ser vituperado, porque ser detraído no es injuria, ni puede coronar la alabanza ajena. En la hora de la muerte se verá quien es bueno o malo.

No hagas mucho caso de los inicuos juicios dichos de los hombres, más antes procura de contentar solo a Dios. Los que justan aunque sean alabados o condenados del pueblo ignorante, no tienen  cuenta sino con los jueces, que han de dar la joya, y premiar al mejor justador. Así no debes hacer caso de las alabanzas de los hombres, ni de sus vituperios, sino tener todo tu pensamiento en contentar solo a Dios, que te ha de juzgar, que pagará cada uno, como dice el Salvador, según sus obras. Si bien trabajas, él lo ve todo, y de su mano recibirás el galardón. Ama la verdad, y no los dichos de las gentes, que muchas veces se mueven por odio, o por amor, no sabiendo lo que hay en el hombre. No dejes el bien, por el dicho de la gente. El oso, que lleva la colmena llena de miel, no se le da mucho que le piquen las abejas. Así tú haciendo lo que debes, y llevando a Dios contigo, no hagas caso de los dichos y murmuraciones de los hombres, porque son picaduras que te pueden hacer poco daño.

Muy presto se apartará de la justicia el que en las cosas que hace tiene más cuenta con los dichos de los hombres que con Dios. Este tal muchas veces dilata el poder del pecar, pero no la mala voluntad. No es sin alabanza y honra el que por amor de Dios desprecia las alabanzas y honras.

Los malos, que juzgan nuestras buenas obras a mala parte, muestran no saber el arte de bien obrar.

Así no debes hacer caso de sus malos juicios y perversos dichos. Como despreciamos los dichos de los que hablan en el oficio, que no entienden, así debes no hacer cuenta de lo que los tales dicen. No se le da nada al pintor aunque oiga decir a un rústico pastor que no está bien pintada la imagen que hizo : bienaventuradas serían las artes si solos los maestros y artífices de ellas las juzgasen. No te
indignes, ni recibas pena, aunque algunos tengan de ti mala opinión, ¿Por ventura eres tú mejor que Jesucristo? Lee el Evangelio, y hallarás escrito que decían unos que era Cristo samaritano y endemoniado, y otros dijeron no ser hombre de Dios, pues no guardaba la fiesta, y otros respondían que cómo podía siendo pecador hacer tantos milagros, de manera que dice san Juan que había cisma entre ellos, diciendo unos una cosa, y otros otra.

Pues si del Salvador del mundo, siendo la misma santidad y bondad, había tan diferentes opiniones, ¿por qué eres tan soberbio que siendo tú lleno de mil imperfecciones quieres que todos aprueben lo que haces? Si del inocentísimo Señor había contrarios  pareceres, ¿por qué quieres tú que todos hablen por una boca canonizando tus obras? Vanidad de vanidades, y esta es grande vanidad. Si tantos son los que te alaban siendo tú vaso de flaqueza e iniquidad, no te enojes ni recibas pena porque algunos digan mal de ti. Ninguno es tan santo que su vida sea en este mundo loada de todos, ni es alguna obra tan justificada que los malos no murmuren de ella. Gran error es no usar de la virtud, por lo que puede decir el mundo. Por santo que sea el camino que tomas, no ha de faltar quien lo contradiga: y si tú eres tan liviano que haces caso de todo lo que los hombres dicen, nunca harás obra que buena sea. Aquel ciego que estaba asentado en el camino de Jericó llamaba a Cristo en su ayuda, pero no faltó quien lo reprehendiese.

Mas él cuanto más le contradecían, más perseveraba llamando. Imposible es faltar las lenguas de los maliciosos.

Allégate a Dios, sigue el camino de la virtud, y persevera en el bien que comenzaste, y no haciendo caudal de palabras de ociosos, que teniendo por oficio glosar las intenciones, e interpretar las obras de sus prójimos.

Perderás el seso si hicieres cuenta de todo lo que la gente dice. Trabaja continuamente por estar bien con Dios, y en todo hacer su  voluntad, porque todo lo demás es vanidad muy grande e aflicción del espíritu. (Diego de Estella)